
Descripción de 7 - Kaledoiscope 2j533a
De nuevo Morfeo nos trae una libre adaptación de un relato. Terror en el vacío: una nave explota y su tripulación queda a la deriva en el espacio. Sin posibilidad de rescate, el horror de la soledad pronto se transforma en algo peor… No están solos. Algo los observa en la oscuridad, algo que no pertenece a este universo. Adaptación libre del relato Kaleidoscope de Ray Bradbury, con un giro de horror cósmico. ¿Te atreves a escucharlo? Agradezco vuestras escuchas y vuestros comentarios. Pronto nos volveremos a ver en los sueños. 134y1u
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Ven viajero, acércate y relájate. Escucha mis narraciones mientras esperas tu turno para subirte a la barca que te llevará en tu último viaje. Toma asiento y disfruta.
Por cierto, mi nombre es Morfeo. Abre bien tus oídos y déjate envolver con el velo del sueño.
Hoy escucharemos Kaleidoscope, una libre adaptación del relato de Ray Bradbury.
El impacto llegó sin advertencia. Un relámpago de fuego y una sacudida monstruosa destrozaron la nave como si una garra invisible la hubiera arrancado del tejido del universo. La explosión fue instantánea, despiadada. La tripulación se dispersó en todas direcciones. Fragmentos de humanidad flotando en la inmensidad negra del cosmos. Hollis apenas tuvo tiempo de comprender lo sucedido antes de que su traje estabilizara su giro en el vacío. Miró alrededor buscando a los demás. Allí estaban. Applegate, Stone, Barclay, Lesper… Todos flotaban, alejándose lentamente unos de otros, como estrellas que se apagan en la noche sin fin.
¡Hollis! La voz de Stone llegó entrecortada por la estática del comunicador. ¿Qué demonios ha pasado? ¡El reactor! ¡Algo lo destrozó! ¡Quizás un meteoro! Respondió Hollis, su voz teñida de incredulidad. El silencio reinó por un momento. Luego, uno a uno, comenzaron a hablar, comprendiendo la verdad terrible. No había naves de rescate. No había esperanza. Estaban condenados a vagar hasta que el oxígeno se agotara o el frío del espacio lo reclamara. La desesperación se instaló entre ellos. Algunos gritaron, otros rieron con una histeria malsana.
Pero entonces, mientras Hollis intentaba encontrar un sentido a su muerte inminente, algo cambió. ¡Dios mío! ¿Ven eso? Susurró Lesper, su voz apenas un hilo en la estática. Hollis giró en su eje, su corazón congelado por el horror. Más allá de donde la explosión los había dispersado, la negrura del espacio comenzaba a ondular, como si algo se agitara en las sombras estelares. No era niebla, ni polvo cósmico. Era... una presencia. Algo titilaba en la penumbra. Una geometría imposible. Tentáculos de oscuridad que no se movían sino que alteraban el mismo concepto del movimiento. ¡No puede ser real!, murmuró Barclay, su respiración errática. Pero era real, y estaba despertando.
Uno a uno, los hombres comenzaron a gritar cuando la cosa se deslizó entre ellos. No tenía forma, pero sí intención. Hollis sintió un vértigo indescriptible cuando comprendió que esa entidad, fuera lo que fuera, estaba observándolos, probándolos. Barclay fue el primero en desaparecer, sin sonido, sin advertencia. Un parpadeo en el tejido del universo y simplemente se desvaneció, su forma absorbida en una sombra en espiral. ¡No quiero morir! ¡Soy Ozolesper! ¡Ya estamos muertos!, susurró Applegate con resignación. Pero la cosa no estaba satisfecha con una muerte rápida. Jugaba con ellos.
Hollis vio, con un horror primigenio, cómo las extremidades del Sper se doblaban en ángulos imposibles antes de ser arrastrado hacia la nada. Stom gritó mientras su propio cuerpo parecía licuarse en una masa de carne y traje fundidos en la antimateria. La radio se llenó de lamentos, de plegarias. Hollis no podía apartar la mirada, pero su mente se tambaleaba al borde de la locura. Uno a uno, los tripulantes fueron reclamados por el horror. Applegate se aferró a la vida hasta el último segundo, luchando contra una mano invisible que tiraba de él, su rostro deformado en una máscara de agonía indescriptible.
Finalmente, sólo quedó Hollis. La entidad se detuvo. Él flotaba solo en la inmensidad, esperando el mismo destino. Pero no llegó. En cambio, sintió cómo su mente era invadida, explorada. No con palabras, sino con sensaciones que transformaban la vida.
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