
Crímenes Reales Sin Resolver Parte # 1 - Podcast Shorts s3o4n
Descripción de Crímenes Reales Sin Resolver Parte # 1 - Podcast Shorts h5k6f
Tres crímenes sin resolver en España: tercera parte del enigma No hay mayor condena que la de no saber. Hay familias que viven atrapadas en un calendario que nunca avanza, en una fecha detenida por el espanto, en una página de sumario que nadie cierra. Esta es la tercera entrega de una serie que escarba en la herida de algunos de los casos más escalofriantes de nuestro país. Crímenes reales, sin rostro, sin castigo y con demasiadas preguntas. Y todos, aún hoy, sin respuesta. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/2326979 5t4mx
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Estos son tres crímenes reales sin resolver, parte 1.
Exacto.
Son historias que, bueno, a pesar del tiempo, de los avances, siguen ahí, envueltas en un halo de misterio.
Casos españoles que, la verdad, desafían a los investigadores y nos recuerdan que la verdad, pues, a veces se esconde bien.
Hoy vamos a ver tres que son especialmente inquietantes.
Empezamos en Sababel, ¿verdad? Sí.
Año 2001.
El caso de Elena Giovanni, una chica joven, bibliotecaria, 27 años.
Y la forma en que apareció, tremenda.
Fue el 2 de diciembre en el patio de un edificio donde ella ni siquiera vivía.
Y es que las circunstancias son, uf, escalofriantes.
A ver, la autopsia dijo que la arrojaron desde la azotea, sí, pero ya estaba inconsciente.
La habían sedado, fíjate, con una dosis muy alta de benzodia cepinas.
Y además, el cuerpo, pues, tenía quemaduras raras.
Y estaba desnuda.
Pero había algo más, ¿no? Algo de unos anónimos.
Sí.
Eso es lo más desconcertante, quizás.
Semanas antes, Elena recibió dos paquetes anónimos.
Dentro, bebidas, zumos, creo recordar, que estaban adulteradas con somníferos.
Y mensajes, mensajes extraños.
El segundo paquete le llegó apenas dos días antes de que la encontraran muerta.
O sea, que eso apunta a premeditación.
Y a alguien cercano, supongo.
La investigación se centró en gente que ella conocía.
Claro.
En la unión excursionista de Sabadell.
Ella se había unido a ese grupo hacía relativamente poco.
Y las sospechas, bueno, recayeron sobre todo en una miembro, Monserrat Careta, y también en la pareja de esta, Santi Laiglesia.
Y Monserrat Careta fue detenida.
Sí.
Fue la única imputada.
Encontraron pruebas, digamos, circunstanciales.
Una letra similar a la de los anónimos, restos de las mismas benzodiazepinas en su casa.
Pero ella siempre, siempre defendió que era inocente.
Y lo más trágico es que se suicidó en prisión preventiva.
Dejó una nota insistiendo en que no tenía nada que ver.
Vaya, eso lo complica todo muchísimo.
Claro.
Porque sin ella y sin pruebas, digamos, directas contra la iglesia u otros posibles implicados, pues el caso se acabó archivando.
Provisionalmente, pero archivado.
Y nos deja con teorías, bueno, bastante perturbadoras.
¿Un crimen en grupo, quizá, dentro de ese círculo excursionista? No sé, por lo de los anónimos, las bebidas, suena a manipulación, ¿no? Algo casi.
Algo sectario, incluso se ha llegado a decir.
Es una de las grandes dudas.
Esos anónimos son clave, muy crípticos, muy personales.
Sugieren que quien los escribió la conocía bien, quería jugar con ella, aislarla.
¿Fue Monserrat? ¿Fue cómplice? O solo un chivo expiatorio.
Su suicidio deja esa puerta abierta.
O una venganza personal, quizá, por algo que no sabemos.
Exacto.
20 años después, el móvil sigue siendo un misterio total.
Un caso que hiela la sangre, la verdad.
Pues sí.
Y bueno, de un misterio con sospechosos, aunque sin resolver, pasamos a otro que es la ausencia total.
Nos vamos a Mallorca, diciembre de 2013.
La desaparición de Malén Ortiz.
15 años tenía.
El caso de Malén es la definición de desaparecer sin dejar rastro.
Salió del instituto, cogió el autobús como siempre, se bajó en una parada en Calviá para ir andando a casa de su novio.
Un trayecto corto que conocía perfectamente.
Y nunca llegó.
Es que es increíble.
Y lo más terrible es que no hay nada.
Absolutamente nada.
Ni testigos fiables, ni una imagen de cámara que sirva.
El móvil se apagó enseguida, nada.
Nada de nada, como si se la hubiera tragado la tierra.
La búsqueda fue enorme.
Se investigó su entorno, sus amigos, redes sociales, todo.
Sin éxito.
Cero.
Su padre, Alejandro Ortiz, ha luchado muchísimo para que no se olvide.
Una lucha incansable, irable.
Pero la realidad es que, a día de hoy, no hay ni una sola línea de investigación sólida.
Se habla de hipótesis, claro.
Un secuestro, quizá muy bien planeado por alguien que la vigilaba, que sabía sus horarios.
También se mencionó si pudo ser una huida voluntaria, pero parece menos probable, ¿no? Sin llevarse nada.
Efectivamente.
No cuadra mucho.
Y luego está la sombra de las redes de trata de personas, que en una zona turística como Mallorca, pues, es una posibilidad que no se puede descartar del todo.
Pero son solo eso.
Hipótesis.
Sin cuerpo, sin mensaje, sin testigos.
Es un callejón sin salida.
La incertidumbre para la familia tiene que ser, bueno, inimaginable.
Terrible.
Y si hablamos de complejidad, el último caso de hoy se lleva la palma.
Nos vamos a Málaga, a Laurín de la Torre.
Año 2008.
El asesinato de Lucía Garrido.
Lucía.
48 años.
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