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Meditación sobre los frutos del Espíritu Santo en general. Explicación de los tres primeros: caridad, gozo y paz. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/874295 3w6n3b
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Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos libran al Señor Dios nuestro en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes.
Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi Padre y Señor, ángel de mi guarda, intercede por mí.
Estos días en el Evangelio de Misa estamos leyendo el capítulo 12 de San Marcos donde se ve el acoso de los escribas, de los euseos, de los fariseos contra Jesús. Primero los fariseos le preguntan, lo recordarás, lo vimos en la meditación, por la licitud del impuesto del César. Y el Señor le dice, haz al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Luego los saduceos, es decir, los sacerdotes del templo, le vienen con el cuento de la mujer y los siete maridos. ¿De quién será esta mujer? Porque estuvo casado con los siete. El Señor les dice, no entendéis nada. Y les explican que va a consistir la resurrección.
Bueno y hoy contesta nuestro Señor alguna pega que los escribas le habían puesto y que no nos ha llegado, pero se intuye en la respuesta que le da, porque les dice, y lo recoge el Evangelio de hoy, ¿cómo dicen los escribas que el Masías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice, dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies.
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? Bueno, no me quiero fijar tanto en la respuesta de Jesús, sino en que en esta respuesta Jesús habla de nuevo del Espíritu Santo, el mismo David movido por el Espíritu Santo. Jesús hace ver que el Espíritu Santo ya actuaba incluso antes de su venida en el alma del rey David.
Y pensaba, bueno hemos hablado tanto del Espíritu Santo, pero realmente no hemos dicho nada de los frutos del Espíritu Santo. Así que en esta meditación, Señor, nos proponemos hablar contigo, meditar sobre los frutos del Espíritu Santo, que son distintos de los dones. Nosotros, con nuestras solas fuerzas naturales, somos incapaces de producir frutos de alcance eterno, porque el peral no puede dar manzanas, no puede dar peras, porque es un peral. Los hombres podemos dar frutos humanos, pero no podemos dar frutos sobrenaturales si no es por la acción del Espíritu Santo que opera, que trabaja en nuestras almas, que se apodera de nosotros y se mueve dentro de nosotros.
Entonces sí, entonces ya es otra cosa. Si nosotros nos dejamos llevar por esas inspiraciones, las seguimos con toda la pasión de la que seamos capaces, nuestra vida cristiana se llena de frutos sobrenaturales, que son los frutos del Espíritu Santo. Para entender qué es un fruto del Espíritu Santo, nos puede servir mirar en el reino vegetal. ¿A qué llamamos fruto? Pues el fruto es lo más acabado del árbol, el último esfuerzo del árbol, lo más perfecto que es capaz de producir.
Además, tiene en sí la vida, porque dentro están las semillas y lo necesario para que la semilla crezca, y de otro árbol.
Y luego, en el lenguaje corriente, llamamos fruto normalmente aquello que resulta grato al paladar y bueno para alimentarse. Es verdad que hay otros frutos que son las naranjas bordes o los frutos verdes o amargos, frutos amargos, pues algo que no sirve para comer. Bueno, y aquí con esta comparación tenemos como las dos características de un fruto, que es el fruto es algo perfecto en su tipo y luego tiene cierta dulzura al paladar.
Pues lo mismo ocurre en la vida espiritual. Se llaman frutos del Espíritu Santo a los actos que proceden de las virtudes infusas, o sea la fe, la esperanza, la caridad, o también la prudencia infusa, la fortaleza infusa, etc.
Pero perfeccionadas por los dones del parácrito. O sea, no es un acto cualquiera, sino aquel acto más perfecto en su género. Está perfeccionado con los dones del Espíritu Santo de los que ya hablamos y que además dan consolación espiritual. Son dulces para el alma. Por tanto, no es un fruto del Espíritu Santo, un acto de virtud, aunque sea un acto de virtud, pero hecho de mala gana, a medias o sin rectitud de intención. Señor, cómo nos gustaría tener en nuestra vida estos frutos.
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