
La vergüenza del escritor de seguir llamando a puertas 2d2i53
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¿Cansado del cuento rosa de “publica y vive del cuento”? En este episodio de Escribir Sin Red descuartizamos el mito: editoriales que te fichan y te congelan, firmitas con cava y nevera vacía, autores que cambian de nombre para esconder la vergüenza. Si quieres saber cómo sobrevivir sin besar anillos ni vender riñones, dale al play… y trae casco: salpica. 581f1j
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Hey, criaturas de la tecla, bienvenido o bienvenida a Escribir sin Red. Ya sabes que soy Francisco Concepción, me puedes encontrar en algunas redes sociales.
Y como siempre, aquí estamos, en este bar mugriento, donde la literatura se bebe sin hielo y a veces hasta con un chorro de vinagre.
Y hoy te vengo a pinchar un globo, pero no un globo pequeño, un globo XXL, el mito de que el escritor una vez publicado vive de royalties con cócteles y focos.
Pero aquí viene el spoiler, la mayoría sobrevive con curros aleatorios y una dieta hipocalórica de no gracias no encaja en nuestra línea editorial.
Así que en los próximos minutos te voy a llenar de historias reales, autores vapuleados, promesas que se evaporan y editores que cambian de despacho más rápido que tú de calzoncillos o tú de bragas.
Así que ponte cómodo o incómodo, mejor que esto pica.
Comenzamos y para hacerlo nos tenemos que ir al año 70, donde escribir era un deporte para vichitos raros.
Se publicaba poco, se ganaba nada y para colmo se ligaba menos.
Luego saltamos a los 90, empieza la economía, la economía marcha, surgen ferias del libro en cada pueblo, en cada ciudad.
Hay tertulias con canapé sobre literatura y la tele empieza a sacar actores jóvenes como si fueran estrellas de rock.
Y empieza el cuento de hadas, ahora todo es posible, publica y te forras.
Y sí, sí, en la foto precioso firma de libro, fila de fan, caban vaso plástico, pero si miras detrás del telón hay un ejército de escritores invisibles, un ejército infinito, publican un libro, venden 200 ejemplares con mucha suerte y la editorial que estaba muy cariñoso al comienzo contigo, te suelta de la mano en cuanto las cifras flaquean y que pasa vuelta al limbo con la bolsita de regalos de la presentación y lo peor, la nevera vacía.
Conozco a una autora que tiene 15 novelas inéditas, la primera se la publicaron una editorial y no se movió.
¿Cuál fue el veredicto de la editorial? Si esa no rota, no insistimos, y lo de siempre, glamour para cuatro, hambre para cientos.
Y la montaña rusa empieza así, escribes y cuando terminas pues te autoditas, te curras la portada, pagas un corrector y bueno, tienes una cierta notoriedad en Amazon y un día suena el teléfono o te envía un mail, una editorial y te dice que quieren ficharte y tú brindas.
Pero meses después cambian al editor que te fichó y tu proyecto recién nacido va al congelador junto con las croquetas de jamón de la abuela.
Y el nuevo jefe te manda un mail cortés con el típico no encaja en la línea, suerte en tus proyectos futuros.
Y así pues nada, adiós y buenas noches. No lo llames mala suerte, es mecánica industrial.
Hoy, hoy puedes ser una voz fresca, mañana eres un stock muerto y pasado ni siquiera saldrás en el powerpoint de previsiones de esa editorial.
Y es aquí donde viene el golpe bajo. Tras aproximadamente 10 rechazos de editoriales ya no te duele el no, duele más la vergüenza de insistir.
Esa vergüenza es viral, te inoculan la idea de que tu libro no vende a la primera. El problema no es la moda del momento sino que tú no das la talla.
¿Y cuál es el resultado? Los autores que dejan de enviar escrito o algunos hasta se inventan un pseudónimo como testigo protegido para ver si con otro nombre suena la flauta.
Pero la flauta, colegas escritores, no suena si la industria está sorda.
La mayor parte de la gente cree que los escritores buscamos dinero y aquí viene el spoiler 2.
Lo primero que busca un escritor es ver su criatura en papel, pasar y ver su libro o su novela en el escaparate de una librería, respirar tinta propia.
Y da igual si llega el cheque o no, esa primera tirada es como cortar el cordón umbilical.
El castigo supremo no es el no editorial, es el silencio, el correo que jamás llega, la propuesta que caduca sin respuesta, mucho peor que una crítica feroz.
Y mientras, tu ves el día del libro en la tele, siempre los mismos 10 autores en todos los stands.
El resto lo vemos de la ventana con un copa de vino barato en mano pensando quien demonios les pasa.
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