"¿Qué es el ANIMISMO? Una Mirada Profunda a la Conexión entre Humanos y Naturaleza" 72152f

El animismo es una de esas ideas que parecen surgir de lo más profundo de la humanidad.

Viene del latín anima, que significa alma, y sugiere algo muy simple pero poderoso, que todo lo que nos rodea, desde una piedra hasta una montaña, desde un río hasta un cuchillo de cocina, puede tener vida, conciencia o espíritu. Imagina un mundo en el que no sólo los seres humanos sienten y piensan, sino también los árboles, el viento, los animales, incluso los objetos que usamos todos los días. Esa es, en esencia, la visión animista, todo está vivo, todo tiene algo que decir, una historia que contar o una energía que compartir.

Por supuesto, no hay una única forma de entender el animismo. En unas culturas se habla de espíritus que habitan en los elementos de la naturaleza, en otras, se cree que esos espíritus pueden tener voluntad propia, actuar, influir o comunicarse con las personas. En muchos casos, estas ideas no están separadas de la vida diaria, sino que forman parte de ella, son una forma de ver y vivir el mundo.

Curiosamente, la palabra animismo no suele existir en las lenguas de los pueblos que viven según esta visión del mundo. Para ellos, no se trata de una religión separada de la vida cotidiana, sino más bien de la forma natural de relacionarse con su entorno.

De hecho, fue un término creado por estudiosos occidentales, como el antropólogo Edward Taylor en el siglo XIX, para tratar de describir lo que vieron como una de las formas más antiguas de espiritualidad humana. Pero el animismo no es algo del pasado.

Está vivo en muchas tradiciones alrededor del mundo. En Japón, por ejemplo, se cree que algunos objetos antiguos, si han sido bien cuidados y tienen suficiente historia, pueden adquirir alma propia. Se le llama tsukumogami. También existe la idea del kotodama, según la cual las palabras tienen poder espiritual. En América del Sur, algunos pueblos creen en los ngen, espíritus que cuidan y gobiernan aspectos de la naturaleza.

En África, el animismo alcanza una profundidad asombrosa. Ahí se habla del magara, una especie de energía vital que conecta todo lo vivo, y se reconoce una fuerte relación entre los vivos y los muertos. Incluso hoy, fuera de las culturas indígenas, muchas personas que siguen caminos espirituales alternativos, como el neopaganismo o el panteísmo, encuentran en el animismo una forma de entender su conexión con el universo. Algunos ven a la naturaleza como la manifestación de una diosa madre o de un dios que está presente en todo lo existente.

El animismo no es simplemente una creencia más. Es una forma de mirar el mundo con respeto, de sentir que no estamos solos, ni por encima de nada, sino profundamente entrelazados con todo lo que existe. Desde los rincones del África subsahariana hasta las lejanas tierras de Oceanía, pasando por Asia, Australia y toda América, pueden encontrarse huellas vivas del animismo.

Esta forma ancestral de entender el mundo, donde todo tiene alma o conciencia, sigue presente en muchas culturas indígenas y hoy en día es objeto de estudio tanto para arqueólogos como para antropólogos que buscan comprender mejor la relación espiritual que estos pueblos mantienen con su entorno. El alma, ese concepto tan esquivo como universal, ha sido nombrada y entendida de muchas maneras distintas según la cultura.

Un ejemplo fascinante es la idea de que los muertos no proyectan sombra. Muchos lo conocen por Dante, pero esta creencia es mucho más antigua, arraigada en el folclore previo al cristianismo, donde la sombra era vista como una manifestación del alma. Este mismo simbolismo aparece en la Antigua Grecia con la palabra skia y en la Roma Clásica con umbra, ambas con ese mismo significado espectral.

Y no es exclusivo de Europa, algunas tribus de América y hasta de Tasmania comparten esta creencia. En las Islas Canarias, por ejemplo, los antiguos wances, habitantes aborígenes del archipiélago, practicaban una religión animista en la que cada elemento de la naturaleza estaba vinculado a fuerzas espirituales.

Y en Sudamérica, los mapuche viven todavía su conexión con los ngen, espíritus que habitan en la naturaleza y que se encargan de mantener la armonía entre la tierra, la nyuke maapu y la humanidad. Para ellos, estos espíritus conviven con el culto a los pillanes, las almas de los antepasados que también intervienen en el equilibrio del mundo. En África, las creencias pueden adquirir formas intensas y sorprendentes. Entre los basutos