
Descripción de Los minutos del odio - 21 semana de 2025 295d29
Audio extraído del canal de Youtube de Fabián C. Barrio 3p4s5y
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Advertencia. El presente programa incluye luces estroboscópicas e imágenes de llamas.
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Venden una obra de arte invisible por 18 mil dólares y los subnormales la compran.
Agricultor francés encuentra 150 toneladas de oro en sus tierras y sus tierras dejan de ser sus tierras y ahora son de todos, todas y todes.
Un rebaño de cabras voladoras toma por asalto un pueblo de Valencia.
Desde Kuala Lumpur en Malasia, Vientiane en Laos y Radio Caracol en Táchira, estos son los Minutos del Odio, con Fabián Zebarrio, Fyodor Montparte-Kapuchinsky y quien les habla, Walter Donovan Yupanqui, con el auspicio del Gobierno de Israel.
Diles a los búlgaros que el software del televoto es totalmente personalizable. Los israelíes lo venden a buen precio ahora que ha terminado lo de Eurovisión y se puede emplear para casi cualquier cosa. Desde reuniones de vecinos a unas elecciones. Que hablen con Vladimir.
El pago es por Paypal, como amigo, para evitar comi... Ah, hola. Buenas noches y bienvenides a los Minutos del Odio, el informativo semanal de FAQ News para machirulos heteropatriarcas opresores.
A esta hora no sé si habrá alguien al otro lado viendo el programa, porque tras la caída del sistema eléctrico y los fallos constantes en el transporte público, esta semana también han dado a ustedes por finiquitadas las telecomunicaciones del país. Un pequeño paso adicional hacia la venezualización. Saludamos al gran Wyoming de Aliexpress, hoy desde Kuala Lumpur, la versión moromuza de Bangkok, que es la versión maricona de Vientiane.
Buenas noches. El que habló con más claridad sobre la paradoja de la libertad de expresión fue Karl Popper, un filósofo austríaco, liberal clásico en lo político y un pelín ingenuo en lo psicológico. Lo hizo en su obra La sociedad abierta y sus enemigos, de 1945, que fue un canto desesperado contra los totalitarismos tras ver de cerca el colapso moral de Europa.
La famosa paradoja que expone es la siguiente.
La tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a aquellos que son intolerantes, si no estamos dispuestos a defender una sociedad tolerante contra los embates de los intolerantes, entonces los tolerantes serán destruidos y con ellos la tolerancia. No he entendido un choto.
Dicho en Román Paladino, para defender la libertad hay que negársela a quien quiera usarla para destruirla. Claro que aquí empieza el juego sucio porque ¿Quién decide quién es el intolerante? ¿El Estado? ¿El Putisoe? ¿Antonio? ¿Podemos? ¿Una plataforma digital? ¿Una turba en Twitter que se ha ofendide por algo? En manos de quien pongas esa autoridad defines el destino de tu libertad. Popper creía que esto debe hacerse solo, única y exclusivamente cuando hay peligro real de violencia. Pero ya sabes cómo van las cosas.
Si le das a alguien una herramienta para silenciar, la tentación de usarla antes de que haya fuego, por si acaso, es irreversible.
La paradoja de Popper se convirtió en la coartada preferida del progresismo autoritario contemporáneo. Se invoca cada vez que se censura una opinión, se cancela un autor o se cierran canales por desinformación, por bulos, por fango. Aunque la información censurada a veces resulte ser verdad seis meses después. La paradoja se usa como comodín para justificar el silenciamiento moral del adversario bajo la excusa de proteger a la sociedad, como si esta fuera un jardín de infancia en perpetuo estado de fragilidad.
Popper, en el fondo, quería proteger la sociedad abierta, pero su advertencia hoy se ha convertido en el bisturí con el que esta sociedad termina por desangrarse.
Así que la paradoja propuesta es real, pero también es la puerta trasera por la que entra el censor disfrazado de demócrata. Esto ocurre con el gobierno de Antonio. El gobierno está dispuesto a abrir por fin el debate de lo que dan llamar seudomedios. Es un debate complejo y lo es fundamentalmente porque sí hay seudomedios y sí que hay mal llamados periodistas que viven de enmierdar el debate público.
Sin embargo, sí hay medios que se las dan de creíbles y en ambos bandos del espectro y pretenden convencerle de que lo que le cuentan es verdad, aunque muchas veces sepan que mienten. La línea entre lo que es y no es periodismo resulta enormemente difusa. Por eso es tan complicado establecer un baremo y por eso los políticos deben ser los últimos en decidir quién puede tener la palabra.
El periodismo de batalla, de meterse en el fango y golpear en el plexo solar al político hasta que vomite, es absolutamente imprescindible. En casi todas, casi todas las redes sociales.
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