"La Batalla de las Lágrimas Innumerables", un relato de Javier Gil en homenaje a J.R.R. Tolkien 4q5j11

Amaréis lágrimas innumerables y los Valar cercarán Valinor contra vosotros y os dejarán a las puertas, de modo que ni siquiera el eco de vuestro lamento pasará sobre las montañas.

Y sobre la casa de Fëanor, la cólera de los Valar caerá desde el occidente hasta el extremo oriente, y sobre todos los que los sigan caerá del mismo modo. El juramento los impulsará, pero también los traicionará, e incluso llegará a arrebatarles los mismos tesoros que han jurado perseguir. A mal fin llegará todo lo que bien empieza, y esto acontecerá por la traición de los hermanos, y por el temor a la traición serán para siempre los desposeídos. Habéis vertido la sangre de vuestros parientes con injusticia, habéis mancillado la tierra de Aman.

Por la sangre devolveréis sangre, y más allá de Aman moraréis en la sombra de la muerte, que aunque Eru os destinó a no morir en ella, y ninguna enfermedad puede alcanzaros, podéis ser asesinados, y asesinados seréis, por la espada, el tormento y el dolor, y vuestro espíritu sin morada se presentará entonces ante mandos. Allí moraréis durante largo tiempo, añoraréis vuestro cuerpo, encontraréis escasa piedad, aunque todos los que habéis asesinado rueguen por vosotros.

Y aquellos que resistan en la Tierra Media y no comparezcan ante mandos, el mundo los fatigará como si cargaran con un gran peso, y serán como sombras de arrepentimiento antes que aparezca la raza más joven. Este es el lado de los Noldor, la profecía del Norte, y así los Valar han hablado. Desde que en el Silmarillion se arrojara luz sobre las historias que sustentan la narrativa del Señor de los Anillos, se nos contó cómo los Valar y los Pueblos Libres gozaron de pocos periodos de equilibrio y paz.

Desde los albores del mundo, desde la primera nota de la canción que diera origen a Arda, la música y el propósito de los Ainur parecía verse frustrado por los artides de Melkor. Son bien conocidas las trágicas consecuencias que tuvieron para los primeros nacidos las semillas de la desconfianza y la discordia. La maldición de mando selló el destino de los Noldor, y al mismo tiempo de aquellos que estaban llamados a ser sus aliados.