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Frankenstein de Mary Shelley (Volumen 2 - Capítulo 8) Durante el verano boreal de 1816, el año sin verano, el hemisferio norte soportó un largo y frío «invierno volcánico» debido a la erupción del volcán Tambora. Durante este terrible año, Mary Shelley y su marido Percy Bysshe Shelley hicieron una visita a su amigo Lord Byron que entonces residía en Villa Diodati, Suiza. Después de leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron retó a los Shelley y a su médico personal John Polidori a componer, cada uno, una historia de terror. De los cuatro, solo Polidori completó la historia, pero Mary concibió una idea: esa idea fue el germen de la que es considerada la primera historia moderna de ciencia ficción y una excelente novela de terror gótico. Pocos días después tuvo una pesadilla o ensoñación y escribió lo que sería el cuarto capítulo del libro. Se basó en las conversaciones que mantenían con frecuencia Polidori y Percy Shelley respecto de las nuevas investigaciones de Luigi Galvani y de Erasmus Darwin que trataban sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes, descubriéndolo con lo que se conoce como experimentos galvánicos... #frankenstein #novela ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/660711 1e31b
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Frankenstein de mary shelley el suceso en el cual se fundamenta este relato imaginario has sido considerado por el doctor darwin y otros fisiólogos alemanes como no del todo imposible volumen dos capítulo ocho maldito maldito creador por qué tuve que vivir porque no apague en ese instante la llama de vida que tú tan inconscientemente habíase encendido no lo sé aún no se había apoderado de mí la desesperación experimentaba solo sentimientos de ira y venganza con dos tuviera destruido la casa y sus habitantes y sus salen y su desgracia hubiera saciado cuando cayó la noche salí de mi refugio y pague por el bosque y ahora que ya no me frenaba el miedo a que me descubrieran di rienda suelta a mi dolor pero rompiendo en espantosos aullidos era como una jimal salvaje que hubiera roto sus ataduras destrozaba lo que se cruzaba en mi camino adentrándome en el bosque con la ligereza de un tiempo qué noche más espantosa pase las frías estrellas parecían brillar burlonamente y los árboles citas nocturnas agitaban sus r ramas de cuando en cuando el dulce trino de algún pájaro rompía la total quietud todo menos yo descansaba gozaba yo como el archidemonio de pavone infierno en mis entrañas el contrato nadie que me comprendiera quería arrancar los árboles sembrar el caos y la destrucción a mi alrededor y sentarme después a disfrutar de los destrozos llevaba un infierno en mis entrañas pero era una sensación ya no podría tocar pronto el exceso de este esfuerzo corporal me fatigo y me senté en la hierba húmeda sumido en la potencial de la desesperación no había uno de entre los millones de hombres en la tierra que se compadeciera de mí y me auxiliara debería yo entonces sentir punta hacia mis enemigos no desde aquel momento declararía una guerra sin fin contra la especie y en particular contra aquel que me había creado y obligando a sufrir este soportable desdicha salió el sol al oír voces supe que me sería imposible volver a mi refugio durante el día de modo que me escondí entre la maleza con la intención de dedicar las próximas horas a reflexionar sobre mi situación el cálido sol y el aire puro vende volvieron en parte la tranquilidad y cuando repase lo sucedido en la casa no pude por menos de llegar a la conclusión de que me había precipitado obviamente había actuado con imprudencia estaba claro que mi conversacion habia despertando en el padre un interés por mí y yo era un necio por haberme expuesto al horror al horror que produciría sus hijos debí haber esperado hasta que el anciano estuviera familiarizado conmigo y haberme presentado a su familia poco a poco cuando estuvieran preparados para mi presencia pero creí que mi error no era irreparable
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