05x35 Eran felices y daba rabia 2fs6f

Hola, aquí comienza El Señor de los Crímenes. ¿Qué tal estás? Espero que muy bien. Muchas gracias por seguir ahí, al otro lado. Hoy vamos a hablar de algo que creo que es muy interesante porque nos afecta a todos, todos los días, y que es difícil de comprender para los que no la sentimos. Te voy a hablar de la envidia. Y es un sentimiento complicado porque no es racional.

El envidioso simplemente quiere que tú no tengas lo que tienes. Ya no es que desee lo que él ve en ti, sino que quiere que tú no lo tengas. Porque, a ver, estás muy feliz, o eso es lo que esa persona percibe, y no puede soportarlo. Le reconcome, le hace pasar momentos terribles. Y tiene que solucionarlo, se siente ahí agobiado.

Y la naturaleza de la envidia es difícil de entender porque no depende de una realidad objetiva. Es algo que sólo el envidioso ve. Y muchas veces el envidioso es esa persona que valora de verdad tus capacidades, lo que tú tienes, incluso por encima de lo que tú consideras que eres o que tienes. Ahí tenemos ese ejemplo en esa maravillosa película Amadeus, en la que se presenta a Salieri como un gran envidioso. Es el único en esta película que se da cuenta de la grandeza de Mozart. Y no puede soportarlo. A él le cuesta muchísimo componer y ve que el otro tiene mucha facilidad. Y que además es un chico que vive de una manera desenfadada.

No se da demasiada importancia. Pero a él le consume la rabia. Y es un reflejo de lo que puede ser la envidia. Vaya por delante que esto es una ficción. No es la realidad de la relación que llevaron Salieri y Mozart. Pero está muy bien utilizado este recurso para que comprendamos cómo funciona la envidia. Y así podemos ver que aunque tú seas poca cosa o tú te veas muy normal, hay gente que te envidia por cualquier cosa. Pues si tienes pareja, por eso, porque la tienes.

Si no la tienes y tú estás a tu rollo, también te envidian por eso, porque tú haces lo que a ti te da la gana y no tienes que estar pensando en otra persona. Si tienes hijos, pues qué maravilloso, porque estás ahí con tu familia, qué bonito. Y si no los tienes, pues fíjate, hasta el último momento vive como un adolescente. Si tienes dinero, pues claro, todo el mundo envidia el dinero, que puede comprar un montón de cosas.

Y si no lo tienes, pues te envidian que, oye, mira, yo estoy aquí con mis monedas y tú, sin embargo, no te tienes que preocupar por nada. Eres un alma liberada que pasa del dinero y que tiene lo justo para sobrevivir. En definitiva, te pueden envidiar por todo. Y esto no entra en muchas cabezas. Oye, pero a mí, ¿por qué me tienes que envidiar si yo no tengo nada especial? Y además es que yo lo miro hacia afuera. A mí me da igual lo que tengan los demás. Yo busco mi propia felicidad. Esto debería ser lo normal.

Pero por eso es tan peligrosa la envidia, porque a veces el envidiado no se da cuenta de que tiene esos ojos clavados en la nuca y, por supuesto, no tiene en cuenta las consecuencias de ese sentimiento. Vaya por delante que el ser envidioso es algo absolutamente negativo. La persona que siente envidia nunca va a poder superarla. Siempre va a haber algo que le va a llamar la atención y que va a hacer que ese fuego surja en su interior. Es como una especie de virus que te va devorando. No pueden ser felices.

Si tú estás todo el día viendo a los demás y creyendo que tú mereces esas cosas y te genera mucha ira que los demás puedan disfrutar en distintos momentos, pues siempre vas a estar enfadado. Y es además muy interesante porque las personas que sienten envidia sólo se fijan en determinados aspectos. Por ejemplo, tú puedes envidiar el cuerpo de un gran actor o de una gran actriz, pero no te paras a pensar en los esfuerzos que tienen que hacer para mantenerse guapos, para estar delgados, fuertes. Tienen que ir al gimnasio, tienen que tener la nutrición muy controlada. Pero a ti eso te da igual. Tú quieres ese cuerpo y te remueves diciendo pero cómo es posible que sean tan guapos. Y te sacude ahí esa sensación de que, oye, qué injusto, por qué estas personas están así y yo no. Claro, no.