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Bienvenidos a TARDES LITERARIAS, el programa de literatura en el que intentamos dar voz a todos los autores y autoras, ya sean conocidos o no, pero sabiendo que siempre nos aportan cultura y sabiduría. Un programa para Radio Zapiens, www.radiosapiens.es.

Todos los domingos a las 7 de la tarde, con Lute Pérez y Vanessa Di Giacomo.

Bienvenidos a TARDES LITERARIAS, hoy estaremos con la amiga y compañera, Estela Melero Bermejo.

Estela Melero nació en Valencia en 1978 y estudió filología hispánica, aunque su vida laboral se ha enfocado siempre al comercio. Durante la infancia y la adolescencia escribió cuentos y poesías que se mantuvieron en el ámbito privado, hasta la autopublicación de su primera novela, Tierra sobre la memoria en 2019. Después han llegado 8 novelas más, todas autopublicadas en Amazon, ubicadas en los géneros Histórica, Novela Negra y Novela Intimista.

Sus novelas son. Tierra sobre la memoria, 2019. Indómita Aurora, 2020, letrame, editada en 2024 y publicada en Amazon. Arrebol, 2021. Un racimo de vida, 2022. Locos e inocentes, 2022. Abismo, 2023. Aracristi, 2023. Velo yemal, 2023. Hierro, 2024. Los despojos de la ira, 2024. El 25 de marzo de 2025, no me mires a los ojos.

Bueno pues soy una valenciana a la que siempre le ha gustado muchísimo muchísimo leer desde niña y que en 2019 pues plasmó en un libro una idea que tenía en la cabeza y que bueno de la buena suerte o quizá el esfuerzo o quizá todas las ganas que tenía de escribir esa primera novela hicieron que se empezara a vender en Amazon y que por supuesto pues me animará a seguir escribiendo.

Ahora escucharemos un fragmento de Los despojos de la ira, novela publicada en 2024.

Los despojos de la ira. Capítulo 1. El bebé emite un gorjeo tranquilo, aún adormecido, todavía con el letargo del sueño en el cuerpo, en la garganta, en los ojos. Sé que no tardará en llorar, si no me ve, si no me siente cerca. Por eso me doy la vuelta en la cama, sin abrir los ojos, y alargo un brazo para tocarlo. Entonces es cuando pienso si estoy soñando otra vez. Me doy cuenta de que sí, en el momento en que mi mano cae al vacío y choca con el somier frío.

Cuando no encuentra la cuna, ni alcanza ese cuerpo pequeño y cálido, lleno de vida. Sé que sí, cuando estiro de este edredón áspero y pesado y me tapo hasta los ojos y ese olor a polvo que no desaparece se mete en mi nariz y en mi boca. Cuando el muelle de este colchón viejo se clava en mi espalda y chirría bajo mi peso. No estoy en casa. Mi respiración se agita y los golpes en el pecho replican en mis sienes.

Mis ojos están cerrados, como si las pestañas se hubieran enredado y los párpados se hubiesen pegado para siempre. Me he destapado un poco la cara para poder respirar y la humedad me enfría la punta de la nariz. Ese frío que se mide con el que me sale de dentro desde hace seis meses. Ese que empecé a sentir aquel día, pese a que entonces apenas despuntaba el verano, y que me acompaña allá donde vaya, como un castigo, como una penitencia, porque siempre preferí el calor.

El silencio me daña los oídos. Respiro fuerte para mitigarlo. Adormecida, retiro el pesado edredón. Junto un pie con el otro para quitarme un calcetín. Deslizo el pie desnudo por el colchón. La caricia suave de mi sábana me proporciona cierto bienestar. Mi sábana, la que compartí con Martín. En la que gestamos a nuestro hijo, en la que vivimos momentos felices.

Arrastro la mano bajo la almohada y saco una pastilla de jabón, de la que aspiro el olor dulce, fresco, limpio. Mi respiración se relaja. A mitad de verano hice una maleta pequeña en la que metí este juego de sábanas, la toalla de Martín y un pelele del bebé, pero, tan poca ropa que, al cambiar de estación, tuve que ir a comprar prendas de abrigo. Dos meses antes me había informado, había preguntado, había buscado.