“¿Quién es EIN SOF? El Dios Infinito que Trasciende Todo lo Conocido” Estudio Alejandría 76q8

Ahin Sa'af, que en hebreo significa literalmente sin fin o infinito, es un concepto central dentro de la Kabbalah, la tradición mística del judaísmo.

Se refiere a la idea de Dios en su estado más puro y esencial antes de cualquier manifestación o creación, incluso antes de que existiera algún tipo de realidad espiritual.

Es la noción de una divinidad sin límites, imposible de comprender o definir con atributos humanos.

Este término, que probablemente fue inspirado por el filósofo medieval Salomón A.I. Bien Gavirol, comenzó a tomar forma concreta en el pensamiento kabbalístico a través de Asriel de Gerona, un místico del siglo XII.

Influenciado por ideas neoplatónicas, Asriel sostenía que Dios no podía tener deseos, pensamientos, palabras ni acciones, porque eso sería ponerle límites.

Así, Ahin Sa'af se presenta como la negación total de cualquier atributo, la ausencia de forma, y por lo tanto, la plenitud absoluta.

A partir de esta noción de Ahin Sa'af surge otro concepto fascinante, el Or Ain Sa'af, o luz infinita.

Esta luz representa una especie de conciencia divina, una luz que no se proyecta hacia afuera sino que permanece disuelta en la infinitud de Dios mismo, antes de cualquier acto de creación.

En la Kabbalah desarrollada por Isaac Luria, uno de los grandes pensadores místicos del siglo XVI, se explica que el primer acto de la creación fue el Tzitzu, una especie de contracción o retirada de la divinidad para hacer espacio a lo que vendría a ser el universo.

Ese acto no es una creación desde la nada, sino una suerte de repliegue para permitir la existencia de algo distinto a Dios.

Más adelante, en el contexto del judaísmo jazídico, que floreció en Europa del Este a partir del siglo XVIII, el Tzitzu me es interpretado de una forma un poco distinta.

Allí no se ve como una retirada literal, sino como una ocultación aparente de la presencia divina.

Según esta visión, Dios, es decir, la luz infinita, nunca se fue realmente, solo se escondió para permitirnos la ilusión de una realidad independiente.

Desde esta perspectiva, todo es, en última instancia, una manifestación de lo divino, lo que da lugar a una especie de panteísmo místico.

En esta línea de pensamiento, el foco del jazidismo se desplaza hacia la tzmud, la esencia divina, que va más allá incluso de la insaf.

Esta esencia no se limita ni siquiera a la infinitud, y se encuentra reflejada en lo más profundo del alma humana y de la Torah.

Así, la experiencia espiritual no busca tanto comprender a Dios, como entrar en o con esa esencia inefable que vive en lo más íntimo de todo.

El Zohar, una de las obras fundamentales de la mística judía, ofrece una visión profundamente sugerente del concepto de Ain Saaf.

Antes de que el mundo existiera, antes de que surgiera forma alguna, Dios simplemente era, solo, sin forma, sin semejanza con nada.

Una presencia tan pura y misteriosa que no puede compararse con ninguna otra cosa.

Y ante ese misterio absoluto, el Zohar plantea una pregunta inquietante, ¿quién puede realmente comprender cómo era Dios antes de la creación? Por eso, nos dice, no es correcto atribuirle forma alguna, ni siquiera nombrarlo o insinuarlo con una sola letra o un simple punto.

En ese estado primordial, Dios está más allá de cualquier definición, más allá incluso del nombre.

Solo después, cuando crea lo que llama el Hombre Celestial, una imagen arquetípica que representa las fuerzas espirituales del universo, es que decide usar esa forma como un vehículo, una especie de carro simbólico, para poder descender y rebelarse.

A partir de ahí, acepta ser nombrado como YHWH, el nombre sagrado que aparece en la Torá.

Pero antes de eso, no hay nombre, ni forma, ni referencia posible.

Ain Saab se convierte en el ser sin nombre, una entidad tan trascendente que, desde nuestra limitada perspectiva humana, parece incluso inexistente.

De hecho, el Zohar reduce a veces el término simplemente Ain, que significa nada o no existencia, para expresar que Dios trasciende por completo todo lo que podemos conocer o imaginar.

En la Edad Media, otros místicos judíos, como Isaac el Ciego y Asriel de Gerona, también exploraron este concepto, profundizando en la relación entre el Ain Saab y los diferentes niveles de la realidad.

En su comentario Minhat Sheudah, el pensador Shudah ya explica que ningún nombre bíblico puede aplicarse al Ain Saab.